Durante años he creído que la formación era el único camino hacia el cambio de la sociedad.
Y es posible que tuviera razón, pero no es exactamente cierto.
La formación en general no tiene fuerza en un mundo en el que no hay tiempo para pensar y donde la argumentación no es un modo de dialogar.
En nuestro mundo la frase más corta debe ser recortada, para que tenga éxito.
Es un mundo de eslóganes: “No al desmadre, queremos padre y madre” tiene más fuerza que cualquier tratado antropológico.
Por ello es urgente dotar de eslóganes y de frases cortas, rápidas y cortantes a nuestro entorno social si quiere adquirir notoriedad.
Ciertamente no se puede reducir el Cristianismo a un eslogan pero “Dios es Amor” vende más que 20 tomos de la GER.
Ante el tópico “los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”, la respuesta rápida “Argentina era rica y ahora es pobre, Corea del Sur era rica y ahora es pobre” o “los abuelos crean la empresa, el hijo la administra y el nieto la quema” son más efectivos que un tratado de teoría económica.
Ante la pregunta retórica ¿otro hijo? La respuesta rápida ¡me preocupa tu pensión!
Técnicamente no tendríamos que tener eslóganes puesto que “la verdad se vende sola” pero la realidad es otra, y no es muy técnica.
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